4 ago 2020

La Primera Consulta

Era la segunda semana del mes de febrero del año 2018. Me encontraba sentada en el consultorio de una de mis médicos generalistas. Recuerdo que estaba comenzando a notar ciertos cambios en mi visión. Se tornó un poco borrosa. También recuerdo que hacía aproximadamente dos años que realizaban estudios del hígado por quistes, por estar graso y por molestias intermitentes en el lado superior derecho del abdomen. Además de esto, los laboratorios reflejaban niveles de CO2 y encimas hepáticas, fuera de los parámetros. 

Llegó mi turno para la consulta. Le hice todo el relato a la doctora. Le mencioné la dieta de desintoxicación del cuerpo y baja en carbohidratos en la que me encontraba. Recuerdo que me hizo varias preguntas, entre ellas, si había bajado mucho de peso. Para ese entonces, no había bajado tanto. Dicha pérdida moderada de peso fue atribuida a la dieta mencionada anteriormente. La doctora indica en la consulta que no dejara la dieta que la inflamación parecía ser muscular o, pudiese provenir de alguna infección en los ganglios linfáticos. Por lo que sugirió investigar mediante radiografías de cuello y laboratorios. De igual forma, envió medicamentos como antiinflamatorios. 

Las radiografías, aparte de un espasmo severo, no logró identificar algo mayor para preocuparse mucho. El CO2 y las enzimas del hígado, continuaban fuera de los niveles normales. La masa en el cuello permanecía allí y había comenzado a tornarse más sólida. La doctora envía a repetir la radiografía y agrega esta vez, un sonograma de la tiroides. De paso recomienda a un Fisiatra para evaluación del espasmo severo. 

Acudo a realizarme los nuevos estudios, de igual forma, visité al Fisiatra, quién ordenó una serie de terapias físicas para el espasmo muscular. Recuerdo que en esa primera consulta de evaluación, el Galeno sugiere que visite al Otorinolaringólogo, por ser especialista en cabeza y cuello, entre otros. Tomé la recomendación en consideración y la dejé pendiente. Antes de esto, decidí entregarme a las terapias físicas y así poder ver resultados favorables. Aún  así, esa voz interior continuaba perturbándome con susurros intermitentes de que algo andaba mal. La palabra cáncer se apoderó de mi mente y diario vivir. Encendía la TV y allí estaba el cáncer, tanto en comerciales, como en películas. Salía a la calle y todo era cáncer. Lo podía leer en promociones de pólizas, prevención y médicos especialistas. Todo el entorno me hablaba directamente de la enfermedad. El botón de emergencia ya se pintaba de rojo y no me armaba de valor para presionarlo. 







23 jul 2020

2018: Cómo Olvidarte

Todo comenzó el día 17 del mes de enero del año 2018. Era de mañana y me encontraba leyendo un cuento infantil a un grupo de niños de tercer grado. De repente, siento una molestia en el lado izquierdo de mi cuello. La sensación fue semejante a un pellizco o picada de insecto. Era algo tan punzante que logró desenfocar mi atención e  hizo mover inmediatamente la mano izquierda hacia el cuello. Para mi sorpresa, mis dedos palparon una masa blanda y dolorosa. Con desánimo pude continuar con la narración del cuento. Tenía tantos deseos de que la historia culminara lo más pronto posible. Al finalizar la actividad, sentada en mi escritorio de trabajo, comienzo a auscultar mi cuello con detenimiento. Desde ese entonces, en lo más profundo de mi ser, sentí que algo no andaba bien.  


En esos  días, como resolución de nuevo año, me encontraba en un proceso de desintoxicación del cuerpo que consistía en eliminar toda azúcar y carbohidratos por 72 horas, para luego comenzar una dieta alta en proteínas y así bajar un poco de peso.  Lo interesante de esto es, que la masa aparece a las 48 horas del proceso de desintoxicación. Días siguientes, comencé a bajar de peso progresivamente. Pensé que la aparición de la masa en el cuello y, la perdida de peso, pudiese estar relacionada a la eliminación de toxinas. Aún así la preocupación no se alejaba de mí. Una voz interior susurraba señales de alerta.

Transcurrieron los días y el visitante continuaba alojado en mi cuello. En ocasiones avisaba su presencia con leve dolor. Lo que obligaba a colocar mi mano sobre este extraño y aplastarlo entre los dedos una y otra vez. Recuerdo que al comienzo, se sentía blando y redondo. Transcurrían horas y minutos, la preocupación aumentaba cada vez más. Pasaba horas sumergida en la Web en búsqueda de una respuesta. Encontré mucha información relacionada. Todo arrojaba a infección o inflamación, hasta elementos patológicos, es decir, malignidad. No estaba segura de lo que sucedía. Estaba muy confundida. Dentro de mi confusión, recordé que una especialista en medicina en una ocasión, me dijo que una masa o tumor era peligroso cuando se sentía duro y no se movía al manipularlo con los dedos. Mi masa se movía y no se sentía como piedra, además dolía. Como dicen por allí, el cancer no duele.  Las lecturas realizadas durante mi investigación así  lo confirmaban. Aunque el panorama pudiese ser alentador, esa voz continuaba susurrando en mi interior que algo estaba mal. 

La información recopilada sugería que esperara tres semanas y si la inflamación continuaba, entonces debía visitar a un médico. No espere las tres semanas. A la segunda semana, ya me encontraba en la consulta de un médico generalista. 



La Primera Consulta